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Al intentar probar que la Tierra gira alrededor del Sol, Galileo adoptó un modo de razonar que no sólo llevó a que la Iglesia le procesara, sino también a la nueva metodología científica de contrastación de hipótesis
La vida de Galileo se enmarcó durante una época de grandes cambios: el Renacimiento. Época en la que Europa se separaba de las ideas medievales, controladas principalemente por la religión.
Al parecer Galileo fue la gota que derramó el vaso. Terminando de empujar una tendencia en contra del dogmatismo religioso.
Las dificultades de Galileo con la Iglesia católica, que acabaron en su proceso y consiguiente humillación, se suelen describir como una confrontación entre la ciencia empírica y el dogmatismo ciego. A pesar de su abjuración, no hay duda que Galileo creía que el sistema heliocéntrico copernicano era cierto.
Hoy, una vez firmemente establecido el Sol como centro del sistema planetario, es fácil afirmar que la razón estaba de parte de Galileo y que la Iglesia estaba equivocada. Pero en tiempos de Galileo las opiniones y pareceres estaban lejos de ser tan obvios o evidentes.
Galileo defendió el sistema copernicano con una serie de argumentos ingeniosos y originales que en gran parte se basaban en sus recientes observaciones con el telescopio. Desde un punto de vista moderno la defensa de Galileo parece imponerse de inmediato, pero cuando presentó sus ideas no había aún ninguna prueba observacional de la nueva cosmología, y hasta el propio Galileo hacía notar que nunca admiraría lo suficiente a aquellos que habían adoptado el sistema heliocéntrico en contra de la evidencia de los sentidos.
Para los criterios de la época, su razonamiento no sólo se oponía a la Iglesia tradicional, sino que también dejaba mucho que desear desde un punto de vista lógico. Yo diría que Galileo estaba infringiendo las reglas admitidas de la ciencia, pero que al hacerlo creó unas nuevas reglas, que han sido aceptadas desde entonces.
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Representada en el frontispicio del Diálogo sobre los dos máximos sistemas del mundo de Galileo, impreso en la ciudad de Florencia en el año de 1632.
Los tres personajes son: Aristóteles (izquierda), Ptolomeo (centro), que porta un modelo de esferas geocéntricas, y Copérnico (derecha), que lleva un emblema de su propia teoría heliocéntrica.
En conversaciones con el Papa Urbano VIII, Galileo se había comprometido a escribir una exposición neutral del sistema ptolomeico y del copernicano, pero el Diálogo distaba mucho de ser imparcial. La defensa sostenida por Galileo de la cosmología heliocéntrica terminó en un proceso de la Sagrada Congregación de la Inquisición. El estandarte lleva la dedicatoria del Diálogo a Fernando II de Medica, Gran Duque de Toscana. El término "Linceo" identifica a Galileo como miembro de la Academia de los Linceos, sociedad científica formada en 1603.
Al final del siglo dieciséis no había todavía ninguna razón que impusiera la teoría copernicana como una imagen física del universo. Todos los astrónomos conocían bien la teoría en sus rasgos esenciales, pero muy pocos pensaban que describiera el mundo real. Era opinión ampliamente compartida que la verdad no se encontraba en la astronomía sino en la Biblia. El Libro de la Escritura, dictado a la letra por Dios, gozaba de una situación privilegiada. El propio Galileo aceptaba esta doctrina sin titubear. Sin embargo, no por eso sostenía necesariamente que 'el itinerario intelectual hacia la verdad pasara sólo por la parcela de los teólogos. Argüía que el Libro de la Escritura podía ser ambiguo, mientras que el Libro divino de la Naturaleza podía ser probado y contrastado. Concedía que la Biblia tenía su lugar, pero creía también que la Biblia enseñaba cómo ir al cielo, pero no cómo va el cielo.
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